Desde Hamburgo nos llega esta obra de arte en forma de moto: La Ehinger Kraftrad Knucklehead Chopper. Con ella, Uwe Ehinger nos vuelve a dejar con la boca abierta demostrando que su creatividad no tiene límite.
Fotos: Dirk Weyer / Bernd Westphal
Esta vez, el taller de Katrin y Uwe, se ha decantado por fabricar un chopper al estilo de los 70. Una moto excesiva en todos los aspectos. Una Harley Davidson que recoge el espíritu de libertad que marcó aquella época, donde los excesos dieron como resultado un periodo creativo del que aún hoy seguimos alimentándonos.
Motor añejo
Para este proyecto se ha partido de una Harley Davidson propulsada por un motor Knucklehead. Más concretamente, de un modelo FL de 1947, último año en que estuvo en producción. Cubica unos 1.200 cc divididos en dos cilindros montados en la clásica “V” a 45º. Se han mantenido su cambio de 4 velocidades, la primaria de cadena y embrague, quedando estos últimos a la vista.
En cuanto al carburador, la Knucklehead Chopper monta un Linkert M7 4B, que va acompañado de un impresionante sistema de escape artesanal creado a partir de un W&W. Este escape discurre paralelo por cada lado de la moto acabando, a modo de Sissy Bar, en el extremo del guardabarros trasero.
Chasis setentero
Como os advertíamos, estamos ante un chopper sin concesiones, y para no dejar ninguna duda sobre sus intenciones, se ha montado un chasis rígido tipo Highneck, pintado en blanco, con un lanzamiento de 12 pulgadas, mayor que el estándar. Sobre él, se ha instalado una larguísima y estrecha horquilla Springer de W&W.
En el apartado ruedas también se ha optado por el exceso. Delante, se ha colocado una llanta de radios de 23 pulgadas con un neumático liso de Speedway. Y detrás, la elección es una evocadora llanta Cannonball Mag-12 de 19 pulgadas. Esta llanta, fabricada por W&W en aleación de aluminio, es un remake de las ruedas delanteras que montaban los coches americanos de dragster en los 60 y que se hicieron casi imprescindibles en los choppers de los años siguientes.
Carrocería
Para la creación de la carrocería de la Knucklehead Chopper, se ha contado con Sugar Mountain Customs, también de Alemania. Está compuesta de un sencillo guardabarros trasero, para el que se construyeron también sus soportes; un depósito de gasolina tipo Sportster; y un depósito de aceite en el que se dejó un habitáculo para esconder en él la batería y el encendido. Por último, también es fruto de esta colaboración, su alto manillar, en el que van unos puños de Lowbrow Custom.
Volviendo al blanco, mantiene este color la base de la carrocería y del asiento. Ambos han sido decorados con el blasón familiar de Uwe. La primera por el prestigioso taller de pintura: Schrammwerk. Y el segundo por MB Leathers, que ha combinado un patrón en blanco del blasón en relieve con prolongaciones en color de la decoración de la carrocería, un trabajo exquisito.
Detallazos y curiosidades
También encontramos el balsón familiar prolíficamente grabado en distintas partes del motor, un trabajazo de Carsten Estermann, que se combina con el aleteado blanco de los cilindros.
Para la óptica se ha contado con el especialista Hella, que ha proveído un faro cuadrado. Otras dos piezas destacables son los reposapies modelo Sanderson de Biltwell y el clásico pedal de arranque de Chicago Motorcycle Supply.
Conclusiones
Sin duda estamos ante una obra de arte más de Uwe Ehinger. Uno de los mejores constructores de motos a nivel mundial como demuestra su presencia en la exposición “Custom Revolution” que se celebrará a partir del 13 de abril en el Petersen Automotive Museum de Los Ángeles, donde se expondrá una vieja conocida nuestra, la Speedster.
